A medida que van avanzando las sesiones, Marina, al menos por ahora es quien más atracción está mostrando hacia el color.
Una de las aclaraciones importantes que hoy veíamos, era la de matizar el color, por la sencilla razón de que cualquier superficie que se observe, presenta no una tinta plano, un solo plano de color y ya sino muchos y variados matices de un mismo color.
El ejemplo lo veíamos en esta imagen. Le enseñaba a Marina la cantidad de matices de color que hay en este retrato. Todos esos matices son los que van construyendo las formas de la cara, las partes entrantes y las salientes.
Si al principio la idea era reducir a planos de color para sintetizar la complejidad de reflejos y matices de colores sobre una misma superficie, ahora el proceso se va lentamente invirtiendo.
Rasgos como el movimiento por ejemplo los aporta el color, las modulaciones del color como sucede en la realidad.
Le explicaba a Marina que una foto quemada por la luz, es una imagen que no nos da detalles de esas modulaciones del ritmo o del movimiento que forma el volumen de cualquier objeto.
Le decía que cuando el sol nos ciega de tanta luz, no hay profundidad en la visión, justamente no se ve nada, ninguna forma, ningún volumen...
Autorretrato del pintor norteamericano Edward Hopper.
Resulta muy aclaratorio en determinados momentos acudir a imágenes como esta por ejemplo, donde otros pintores resuelven estas cuestiones que de no verlas con los ojos, se quedan muy abstractas contados en palabras.
En el caso de Andrés, mi parecer es que anda todavía ¿quién sabe?, un poco más alejado de esas cuestiones en torno al color. No parece querer indagar tanto sobre ellas como Marina.
Andrés parece pintar por un interés suyo más cercana a contar algo que él quiere, o puede ser que pinte por ahora, más por un gusto suyo simplemente. Quiero decir, que por momentos todo ese montón de reglas del color parecen superarle, como si se le echaran un poco encima y a la fuerza dejándole atrás.
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